El petróleo no es el único botín que Estados Unidos busca en Irak. También está la agricultura. Observadores críticos en varios lugares del mundo coinciden en que Washington pretende convertir el país en mercado cautivo del excedente agrícola estadounidense y también de alimentos y semillas genéticamente alteradas.
Cuando Paul Bremer, ex administrador civil estadounidense en Irak, dejó su puesto el pasado junio en la supuesta entrega de soberanía, dejó en efecto unas 100 órdenes que siguen vigentes hoy con fuerza de ley. Una de éstas, la 81, le prohíbe a los agricultores iraquíes guardar semillas. Esto significa que no pueden usar semilla de una cosecha para sembrarla en la siguiente temporada; tendrán que comprarla todos los años a agroempresas. De hecho, el comercio mundial de semillas es hoy dominado por cinco firmas: Monsanto, Dupont, Syngenta, Bayer y Dow Chemical.
La orden 81 causó indignación entre los defensores de los derechos del agricultor y la biodiversidad. Las agrupaciones internacionales GRAIN y Focus on the Global South publicaron un comunicado en el que afirman que Irak es uno de varios escenarios donde las corporaciones trasnacionales procuran imponer monopolios sobre las semillas para así controlar a escala mundial la agricultura y la alimentación de la humanidad.
Desde tiempo inmemorial, los agricultores han guardado, intercambiado y compartido sus semillas libremente. Pero eso está cambiando debido a los derechos de propiedad intelectual (DPI), uno de los elementos más importantes de la globalización neoliberal. Las propiedades intelectuales son posesiones intangibles, producto del ingenio humano, como libros, canciones, películas, medicamentos, programas de software y semillas agrícolas. En la posguerra fría la tendencia ha sido extender los DPI a las estructuras de la naturaleza, para así patentar y privatizar plantas, proteínas, genes y hasta células humanas.
Las corporaciones agroindustriales pretenden usar los DPI para adueñarse de las semillas para que nadie siembre una planta sin pagar una regalía a su 'dueño' corporativo. El que no la pague será considerado un pirata que ilegalmente copia un producto patentado. Podría ser sancionado por la ley de la misma manera que ya se hace con gente que copia películas en DVD, discos compactos de música, programas de Microsoft, o que baja canciones de Internet.
Puesto de otro modo, lo que los agricultores han hecho con la semilla desde el comienzo de la agricultura es ahora un crimen. Irónicamente, Irak es considerado la cuna de la agricultura, ahí estaba el reino de Mesopotamia. Y la agricultura comenzó precisamente cuando la gente comenzó a guardar y seleccionar semilla.
Si bien es cierto que la privatización de la semilla se está dando en todo el mundo, Irak es un caso especial, sostienen GRAIN y Focus on the Global South. La orden 81 no fue producto de negociaciones comerciales, como es usualmente el caso con las leyes de DPI. No fue aprobada por la legislatura de un país soberano, ni mucho menos fue consultada con los agricultores afectados. Fue impuesta por un gobierno extranjero, el estadounidense.
Repudio mundial
Varias organizaciones han denunciado que Estados Unidos y las agroempresas trasnacionales también usan a Irak como mercado cautivo de alimentos genéticamente alterados, que fueron rechazados tanto por la Unión Europea (UE) como por los países paupérrimos del cono sur de África.
El Grupo de Reflexión Rural (GRR) de Argentina sostiene que la pelea entre Estados Unidos y la UE en cuanto a los transgénicos es parte de una lucha mundial por el acceso a mercados ultramarinos y que tiene relación con la invasión a Irak. “La biotecnología es funcional a los intereses del Imperio, y las trasnacionales del complejo genético industrial aportan al esfuerzo de guerra en el escenario del mercado alimentario mundial', declaró el GRR en un comunicado en febrero de 2003. “Luego de la guerra y aprovechando la hambruna de la población, seguramente enviarán ayuda alimentaria compuesta por granos transgénicos, tanto para subsidiar a los agricultores estadounidenses como para probar que la ingeniería genética llegó para solucionar el hambre del mundo”.
El grupo UBINIG, que promueve la agricultura ecológica en Bangladesh, también sonó la alarma: “Demandamos al Programa Mundial de Alimentos y a otras agencias humanitarias de las Naciones Unidas que no usen ningún tipo de alimento transgénico como ayuda para la población afectada por la guerra en Irak. Estados Unidos se prepara para resolver muchos de sus problemas económicos a costa de los muertos y heridos en Irak. Ellos ya trataron de usar sus alimentos transgénicos aprovechándose de las hambrunas que enfrentaba la gente del sur de África; pero los gobiernos africanos no aceptaron esos alimentos”.
Peter Rosset, experto estadounidense, opina: “Con la guerra contra Irak y con las nuevas bases militares en países del Sur, Estados Unidos busca la ventaja frente a sus competidores en la nueva guerra de colonización del Tercer Mundo”, declaró en un análisis económico de la guerra.
Rosset afirmó en 2003 que es “una guerra militar y de libre comercio. Una guerra que además de sus terribles impactos, también tiene efectos devastadores internamente. A causa del 'libre' comercio, prácticamente quedó eliminada la agricultura familiar del campo estadounidense, se ha generó desempleo y desesperación social. Con los recortes sociales que serían el costo de la inminente guerra contra Irak, se intensificarán estos problemas.
Por todo esto, es imprescindible vincular los movimientos contra la guerra en el Norte y en el Sur entre sí y con el movimiento mundial contra la globalización neoliberal. El 'libre' comercio no es más que la guerra por otras vías, guerra contra todos los pueblos, en el Norte y en el Sur”.
Carmelo Ruiz Marrero (*)
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