Cada vez que saca a relucir su patriótico legado americano, John McCain habla de cómo sus antepasados sureños resistieron la tentación del Ku Klux Klan, lucharon por los derechos civiles e incluso fundaron varias escuelas para educar a los primeros afroamericanos libres. Pero el candidato republicano nunca ha hablado de una parte de su familia que es de raza negra: aquella que proviene directamente de los esclavos que sus tatarabuelos compraron a mediados del siglo XIX y que estos días acusan al senador por Arizona de querer ocultar sus raíces esclavistas.
Una saga centenaria
Una historia de abusos y de mestizaje que según el periódico The Wall Street Journal se remonta a los tiempos en que el general William Alexánder McCain decidió comprar 120 esclavos para trabajar en su plantación de algodón en la pequeña localidad de Teoc, en el estado de Misisipi. Es a partir de ahí cuando los contornos de la herencia familiar empiezan a desdibujarse.
Y es que, aunque los descendientes de Alexánder liberarían más tarde a todos sus esclavos como parte del acuerdo que puso fin a la guerra civil entre el Norte y el Sur, lo cierto es que nadie parece tener claro cuándo estos esclavos recibieron el apellido McCain como marca de la familia que los poseyó durante décadas y cuántos otros lo hicieron por ser descendientes directos de las frecuentes violaciones de los capataces a sus sirvientas.
Es por eso que hace más de una década Charles McCain y su esposa Teresa, ambos importantes líderes afroamericanos en Misisipi, decidieron comenzar a organizar unas reuniones familiares con todos los descendientes blancos, negros y mestizos de esta saga familiar. Una suerte de encuentro común al que con los años se añadió incluso el propio hermano del senador por Arizona Joe McCain. Sin embargo, el político nunca encontró tiempo para codearse con su familia negra. «Cada vez que le preguntábamos a sus asesores que por qué no venía a nuestras reuniones nos contestaban que no tenía tiempo», aseguraba hace poco Teresa en una entrevista concedida a TWS.
Pero la gota que colmó la paciencia de este otro clan descendiente de la dinastía algodonera fueron unas declaraciones realizadas por McCain durante su intento presidencial del 2000, tras ser acusado de defender el uso de la bandera confederada en los estados del Sur, algo que muchos afroamericanos consideran como un símbolo racista. «Este tipo de símbolos aluden más a la tradición que al racismo. De hecho, muchos de mis familiares lucharon del lado de los confederados y ni siquiera tenían esclavos», afirmó entonces.
Fue al oír estas palabras cuando una de las descendientes de la rama negra de la familia, Lillie McCain, que tiene actualmente 56 años, decidió escribir directamente al candidato para recordarle: «Somos muchos los que podemos demostrar que eso no es lo que pasó».
Los McCain con Obama
Sin embargo, y como la mayoría de los periodistas que se han atrevido a preguntar al candidato por esta otra familia, el correo de Lillie nunca tuvo una contestación. Ante este vacío familiar e histórico no es de extrañar que muchos de los parientes lejanos del republicano tengan claro cuál será la papeleta que elijan el 4 de noviembre. «Votaré por Obama sin ningún tipo de dudas», asegura Lillie, quien ejerce como profesora de Psicología en la Universidad de Míchigan. Una decisión, que tal y como explicaba la hermana pequeña de Lillie, «no tiene nada que ver con la raza, es pura economía, todos en este estado lo estamos pasando mal por culpa de los despidos y no hay que ser muy listo para ver a donde las políticas de McCain nos llevarían si ganase».
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